lunes, 11 de mayo de 2015

Relatos: MIEDO

Hola a todos. Esta vez si llegué a tiempo al concurso del círculo de escritores. En esta ocasión, el tema era "Relatos Medievales". Aunque no tuve suerte, este relato me ha servido para aprender a condensar la historia, ya que el límite volvía a ser de 600 palabras. Para mi gusto queda corto y me hubiera gustado desarrollar algo más los personajes y poner diálogos, pero lo cierto es que se puede contar este cuento en las palabras dadas.
Por cierto, os dejo el enlace de los ganadores del concurso, para que leaís sus fantásticos relatos: Ganadores del concurso.

Espero que os guste este cortito cuento. No os mal acostumbréis que lo normal es que vuelva por mis fueros con kilométricas parrafadas.
Y gracias por leer.

Miedo
Escrito en mayo de 2015 escuchando "Rey Sol" de Vetusta Morla.
Te miro y no veo miedo en tu rostro. Tus ojos, tenebrosos como agujero en la roca, parecen perdidos en un lugar lejano. Bajo tus pies, la plebe grita y maldice tu existencia. Te llaman hereje y escupen tratando de alcanzar lo alto de la pira donde te hemos atado. Duele ver como los que no hace tanto se inclinaban ante la solemnidad de tu figura, te desprecian y ríen tu desgracia.

Con las campanadas de la iglesia, el verdugo procede a prender la base de la hoguera. Las llamas no tardan en nacer y empezar a subir por la madera. Resulta irónico que el mismo fuego que dominabas con la facilidad que un chiquillo juega con lagartijas, vaya a ser el que finalmente te lleve con la parca. 

Sentado en la tribuna real, aprieto con fuerza la espada, la misma que me enseñaste a blandir y con la que me hubiera gustado darte una muerte rápida, más digna que esta absurda representación.

De repente, un niño te lanza una piedra que impacta contra tus sienes. Con un pequeño riachuelo granate cayéndote por la frente, apartas un instante la mirada del infinito y tus ojos se posan en el muchacho. El público enmudece, temiendo por la posible maldición que caerá sobre el infante. Pero lo único que le dedicas es una amplia sonrisa en la que no cabe maldad alguna. Siempre fuiste defensor de los más jóvenes; “la gran esperanza de un reino condenado”, proclamabas convencido.

Las llamas, pequeños y traviesos diablos, están ya escalando tu otrora majestuosa barba, mientras tu piel se dora cual asado festivo. Has vuelto a otear al frente, impasible. Con el fuego apunto de devorar tu rostro busco por última vez una señal que apacigüe mi angustia. Sólo logro vislumbrar una pequeña torcedura en tus labios, la misma expresión de decepción que ponías cuando, aún siendo yo niño, discutía de la importancia de tus severas enseñanzas.

Desesperado, en estos últimos momentos tengo deseos de gritar y pedirte que utilices alguno de tus trucos para escapar de esta condena. Estoy seguro que para ti sería fácil. Qué serían unas cuerdas para un hombre que derrotó brujas y dragones. Mas nunca levantarás la mano contra tu rey. Tu silencio ante la tortura es tu manera de rendirme respeto.

Aunque amigo, mucho me temo que no lo merezco. Fuiste tú el que me protegió de los sortilegios de mi envidiosa hermana, el que me dio el coraje para ir a la guerra contra mi propio hijo. Y en agradecimiento, en el momento en que sucumbiste a la locura, me quedé temblando sin hacer nada.
Pero haber llegado a este infortunio no recae únicamente sobre mis espaldas. Tú tenías que saberlo. Tan inteligente y soberbio como siempre fuiste tenías que saber que, aun siendo yo rey, no había nada que pudiera hacer ante esto. ¡Y es que fuiste tan necio! 

Tú, el más sabio entre los sabios, insigne y condecorado mago, ¡Cómo pudiste afirmar tal blasfemia! Merlín, mi más preciado consejero, ¿en qué momento te contagió el demonio tan loca idea? ¿Qué descabellado sueño te llevó a proclamarlo a los cuatro vientos? ¡Qué la tierra es redonda, afirmas!  Por los dioses, todo el mundo sabe que en el reino lo único redondo, además del majestuoso sol, es la mesa que juntos convertimos en símbolo, una en que los caballeros son iguales. Ahora, cada vez que me siente en ella, sin tu guía y consejo, estaré perdido frente a las maquinaciones de los otros once.


Merlín, tengo miedo. Miedo porque te he quemado.  Miedo porque dejo el reino condenado.

11 comentarios:

  1. Me ha encantado, Alejandrooooo!!! Primero nos pones en el lugar del hereje y después..... algo me olí pero no estaba segura. Muy bueno :) Un abrazo fuerte

    ResponderEliminar
  2. Buenísimo, Alejandro. Una narración excelente.
    Me sorprendió y me gustó mucho.
    Un abrazo!

    ResponderEliminar
  3. Un gran relato, con una sorpresa en cada giro. Me ha gustado mucho. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  4. ¡Brutal, compañero! La forma y el contenido. Otra joya en tu colección y en mi memoria. Abrazo, Alejandro.

    ResponderEliminar
  5. Un relato estupendo, Alejandro!! La das una vuelta de tuerca a la historia que todos conocemos y haces tu propia e ingeniosa versión. Me ha encantado, enhorabuena!!

    Un saludo.

    ResponderEliminar
  6. Gracias a todos por los comentarios. Espero que me sigáis leyendo, y yo a vosotros.

    ResponderEliminar
  7. Un demostración de narración de admirar. Es un relato mucho más corto de lo que sueles escribir, pero aún así, lo has controlado hasta el final. En un principio pensaba en una bruja, luego en una amante homosexual del rey, y finalmente, porque ya mencionas datos reveladores, quien es en realidad. El relato se era para un concurso de terror y el título es ''Miedo'', y hasta que no se llega hasta el final, con esas tres últimas frases, no se llega a percibir el miedo real (nunca mejor dicho). Porque he de decir que con la segunda frase (''Miedo porque te he quemado''), has logrado que me ponga en la piel del rey y se removiera algo en mi estómago. Lo digo de verdad.
    Un abrazo, Compañero.

    ResponderEliminar
  8. Gracias Ricardo. Es verdad que no estoy acostumbrado a escribir relatos tan cortos. De hecho no los disfruto mucho, porque me dan ganas de profundizar algo más. Pero la idea está ahí, y si ha conseguido despertarte esa emoción que me cuentas, me doy por contento.
    Un abrazo amigo.

    ResponderEliminar
  9. Excelente, Alejandro. Yo también creía que hablabas de un hereje o una bruja ante la Inquisición. Aunque hereje para la época sí que fue tu Merlín por asegurar que la tierra era redonda. La última frase es magnífica al revelarnos que el miedo no es del ajusticiado, sino del propio rey. Te felicito. Un abrazo

    ResponderEliminar